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viernes, 20 de octubre de 2017

Reseña de “El pequeño salvaje” de T. C. Boyle



TÍTULO: El pequeño salvaje

AUTOR: T. C. Boyle

TRADUCCIÓN: Juan Sebastián Cárdenas

EDITORIAL: Impedimenta



SINOPSIS

El pequeño salvaje es una prodigiosa nouvelle que narra, de modo desgarrador, la historia del célebre niño salvaje de Aveyron, quien a principios del siglo XIX atemorizó y luego fascinó a toda Francia por tratarse de uno de los raros ejemplares de niño asilvestrado y criado entre bestias. A finales de septiembre de 1797, en los bosques del Languedoc francés, tres cazadores hallaron a un niño errante, completamente desnudo, hirsuto, que adoptaba los modales de un animal. Aparentaba unos ocho o nueve años. Una vez capturado, empezaría su peregrinación por la Francia recién salida de la revolución, recalando tanto en instituciones mentales como en refinados salones, donde constituiría poco menos que una atracción de feria.




OPINIÓN

Cuando pensamos en un niño abandonado en el bosque, criado como un ser más de la inhóspita naturaleza, tendemos a recordar imágenes amables de El libro de la selva e historias similares, animales parlantes que acogen maternalmente a la cría humana y la conducen a la juventud, cuando los hombres —y normalmente una mujer de la edad del chico perdido— aparecen en su vida y lo educan. Pensamos en un Tarzán civilizado, echando la vista atrás junto a Jane, rememorando sus días de liana en liana.

Lo cierto es que han existido numerosos casos de niños “salvajes” a lo largo de la historia, especialmente en épocas y zonas donde la hambruna apretaba y las familias se veían obligadas como en Hansel y Gretel a deshacerse de sus retoños para no morir todos de hambre.

«Durante la primera tormenta de otoño en el poblado de Lacaune, en la región francesa de Lenguedoc, cuando las hojas yacen a los pies de los árboles como billetes viejos y las ramas alumbran oscuras contra el cielo encapotado, un grupo de cazadores que volvían a casa, empapados y sin nada que diera fe de sus esfuerzos, divisaron una figura humana en la penumbra del bosque. Parecía ser un niño, un muchacho, y estaba totalmente desnudo, indiferente al frío y a la lluvia.»

La estampa real de estos niños nada tenía que ver con Mowgli, ni su educación y sociabilidad con el amable y valeroso Tarzán. Más allá de las imágenes Disney y de aventuras Tarzán vio la luz en 1012, en la revista All Story Magazine, con Tarzán de los monos—, el niño que nos retrata Boyle en su novelita ha desarrollado más su instinto animal que no el humano y, sin el afecto y el cariño que se recibe en el seno de una familia, sin los valores y educación que todos mamamos de críos, ¿llega a ser hombre el ser humano?

«He aquí la oportunidad (…) de poner a prueba las ideas de Rosseau sobre el Buen Salvaje. ¿Era capaz de albergar conceptos innatos? ¿Tenía noción de Dios y de la Creación? ¿Qué lengua hablaba?».

Estas y muchas otras preguntas relacionadas con la educación, la infancia, la sociedad y la espiritualidad emergen a la superficie, muchas veces como pensamientos indeseados, a lo largo de las páginas de El pequeño salvaje. Una reflexión que nos muestra, a través de la voz de su narrador pero con las miradas de los distintos personajes, la vida de ese niño que en un principio no saben si es espíritu, demonio, animal o realmente es un muchacho abandonado a su suerte.

«Así que allí estaba, desnudo. El Salvaje en persona, el famoso Salvaje estaba desnudo en el árbol al que se había encaramado tras morder a una chica. Itard sintió el impulso de darse la vuelta. Dejad que se congele, pensó. No es más que un animal. (…) Pero entonces sus ojos volvieron a posarse en la copa del árbol y, con repentina claridad, vio el rostro ausente del niño, el oscuro vacío de sus ojos».

Boyle nos narra la historia real del niño salvaje de Averyion —la misma que inspiró a François de Truffaut para su película homónima— con delicadeza y realismo, sin florituras, con el miedo que puede sentir un niño, que sólo recuerda haber conocido el bosque y las necesidades básicas, ante un grupo de hombres adultos que quieren capturarlo y reeducarlo a la fuerza; la frustración del maestro convertido en figura paterna, quien cree que realmente puede revertir el pasado, que ve en el salvaje algo más que el idiota que todos aseguran que es; la mujer que se enternece y al tiempo ablanda el corazón a través de lo más básico: el estómago y el contacto de las caricias.

Una historia dura que nos habla de la soledad, del miedo, de la necesidad, del amor y, en definitiva, de eso tan complejo que llamamos ser humano.

Recomendada a los amantes de la historia, de la filosofía, la psicología, la pedagogía y la antropología; para aquellos que deseen leer una novela con mucha realidad; para los que crecieron con las novelas de aventuras y ahora quieran descubrir sus fuentes.



Isabel del Río

Agosto 2017

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